viernes, 27 de febrero de 2009

Calles llenas de poesía


Muchas veces, aunque pueda parecernos mentira, los libros se vacían de versos y la calle se llena de poesía. Y es en esos momentos cuando, los que amamos la palabra, sentimos una especie de terremoto que nos recorre desde las orejas a la punta de los pies. Por celebrarlo y por llenarles de esos versos que pululan por los adoquines de Cádiz estas fechas (aquí ya enterramos la sardina hace un par de días), les dejo hoy viernes con dos letras de carnaval. Y si les pica el gusanillo, no duden en descargarlas…

“Un amigo es un amigo” me dijo un amigo mío
y era tan amigo mío y tanta amistad la nuestra
que no supe que pensar pero le dije mu’ “dolío”:
“Un amigo de verdad no lo dice y lo demuestra.”
Un amigo amigo no te dice “Un amigo está pa’ algo.”
Un amigo amigo está contigo en los momentos más amargos.
Un amigo amigo de verdad no dice “Quiero ser tu amigo”,
pero si es tu amigo de verdad, tu muerte la muere contigo.
La amistad es regalar el corazón de un caballero
a un caballero, a un caballero.
Por eso los corazones
de los amigos cañones
son corazones de oro,
oro por el que te digo
que los mejores amigos
son los mayores tesoros.
Y esos tesoros no tienen
reputaciones, ni bienes,
ni huecos en los altares,
que los altares se adoran
a la semana una hora
y otra hora en los bares.
Por eso sé lo que digo:
na’ más que tengo un amigo
y es mi padre.

Juan Carlos Aragón
Pasodoble.
Comparsa Los condenaos
Carnaval de Cádiz 2001.

Yo tengo en la barriga una peste grande
que yo no sé lo que habré “comío”.
Yo lo único que digo es que tengo gases
y to’l mundo dice que estoy “podrío”.
Para quitar la peste yo me comprado
un ambientador que es como una caja,
pero cómo será la peste
que el Ambipur® ha “pedío” la baja.

El otro día en el water
se me soltó un poco la barriga,
y con la peste que hacía
las cucarachas tenían fatiga.
Cogí el insecticida
y a los insectos eché un chorrito.
Y dijo una cucaracha:
“¡Ay que alegría! ¡El aire fresquito!”

Si usted quiere visitar
Nueva York, París, Milán,
Estocolmo y Copenhague,
yo lo ofrezco lo mejor,
yo le ofrezco lo mejor,
y lo mejor es que coja el AVE.

Yuyu/Sánchez Reyes
Cuplet
Chirigota Air con el carair, carair, carair
Carnaval de Cádiz 2009.

jueves, 26 de febrero de 2009

Osos desaparecidos




A veces es imposible no desilusionarse ante la realidad bibliográfica… Les cuento… Hace cosa de un mes, cierta amiga bibliotecaria me prestó No se lo cuentes a los mayores[1], y uno, como es tan bienmandado, se lo leyó (es lo que se hace con los libros, además de adornar y usarlos de pisapapeles). Entre las referencias bibliográficas que apunté, estaba la de Winnie-the-Pooh. La verdad es que siempre me había llamado la atención este personaje de A. A. Milne, así que, animado por el estudio de Alison Lurie y mi curiosidad, me dirigí a la biblioteca para echarle un ojo. Y cual fue mi sorpresa al corroborar que, la primera y más famosa entrega de la serie de este oso de peluche, no estaba en ninguna biblioteca de mi ciudad. Desolación, no cabe otra… El único consuelo que tuve fue el de encontrar otro título El rincón de Puh. Y como a falta de pan, buenas son tortas, me leí ésta, que hoy les comento.
Aunque todos los juguetes que rodean el mundo de Christopher Robin (personaje basado en el homónimo hijo del autor), el más especial es Winnie the Pooh. Este oso goloso y despistado que tanto dinero a dado a la factoría Disney®, es la figura central de las narraciones de A. A. Milne, pese a lo distorsionada que aparece su marcada personalidad en la versión animada. Pooh es el símbolo inexcusable de la niñez. Su calidez, ignorancia y simplicidad se mezclan con la desbordante imaginación y lo inteligente de sus razonamientos (aunque a veces puedan parecer lo contrario). Mientras pasaba las páginas de este libro, Pooh se revelaba ante mí como un guía, no sólo de Christopher Robin, sino también de Porquete, Kanga, Iíyoo o Tigle (dejemos a Búho a un lado esta vez)…
Me permito la licencia de dejar inconclusa esta reseña porque espero, gracias al catálogo conjunto que se ha desarrollado en las bibliotecas de mi región, poder leer la obra original y terminar otro día lo que hoy he empezado. Pero por si quieren leer El rincón de Puh (editorial Altea, hoy seguramente descatalogado), les adelanto un fragmento:

Puh se quedó pensativo al oír esto, y luego murmuró para sí mismo:

“Más por muchos chelines que pudiera pesar,
siempre parece grande, pues brinca sin parar.”

“Y éste es todo el poema”, dijo. “¿Te gusta, Porquete?”
“Todo excepto los chelines”, dijo Porquete. “No creo que vayan bien ahí.”
“Querían colocarse después de muchos”, explicó Puh, “así es que les dejé hacerlo. Es la mejor manera de escribir poesía, dejar que las cosas se coloquen.”

[1] LURIE, Alison. 1998. No se lo cuentes a los mayores. Literatura Infantil espacio subversivo. Fundación Germán Sánchez Ruipérez: Salamanca.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Viejos artistas


Como todo hijo de vecino, un servidor estuvo su tiempo en la cola del paro. La razón es obvia: de la empresa más grande de España, no se escapa ni “La Intemerata”. Y aparte de esperar para hacer algún curso de ¿formación? e ir a cuñar cuando te toque, poco más se hace en la citada cola, así que uno opta por buscarse las habichuelas, que ya está bien la broma… Hice de todo en aquel tiempo, desde contar cuentos, hasta hablar de la “Agenda 21 Local” (pásmense). Recuerdo que presente tres actividades para la “Guía de recursos de animación a la lectura” de mi comunidad autónoma, una especie de choteo bien vestido para toda clase de artistas. Entre los proyectos que presenté (les digo que desestimaron todos… ¡Hay que ver lo mediocre que soy!), ideé uno para personas de la tercera edad (no me gusta nada esta denominación… ¡con lo que le deben muchos y muchas a los viejos!). Se trataba de un par de sesiones en las que, un grupo de mayores y yo, hablábamos de libros ilustrados y textos que tratasen aspectos familiares para ellos..., poquita cosa. Y resulta que esta mañana, zigzagueando por las esquinas de una librería, ¡me he topado con un plagio! Si no fuese porque al que ha copiado mi idea lo considero un ídolo, lo denunciaría ipso-facto… El bribón en cuestión es Quentin Blake y la obra que lo delata se titula Sólo se es joven… ¡dos veces! Editado en castellano por la editorial Océano, este libro-álbum se compone de una serie de ilustraciones que hacen referencia al mundo de los mayores, de los ancianos. En su prefacio, Quentin Blake defiende la cualidad narrativa de cualquier ilustración así como los libros ilustrados para todas las edades (cosa con la que muchos comulgamos). En definitiva, un tributo a todos los ancianos y ancianas que, como las amas de casa, bien ayudan a la economía estatal ejerciendo de chachas, esclavos y marmotas de manera altruista para que luego los olvidemos en cualquier institución de beneficencia. ¡Y que vivan los viejos y viejas de este país!

martes, 24 de febrero de 2009

Gigantes y viajes


Hace unas semanas, el mundo de la Ciencia, sobre todo la parcela de las ciencias naturales (Biología y Geología), celebró el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin (doce de febrero de mil ochocientos nueve). Seguramente, algunos de ustedes, se pregunten porqué un “profesorcete” de ciencias naturales como el que escribe, no hizo una reseña bibliográfica para recordar ese día. Lo único que les puedo decir es que hay pocos libros “infantiles y juveniles” (lo entrecomillo porque a veces esta categoría pierde su sentido) que tengan un buen asesoramiento científico, por lo que la mayor parte sufren de ciertas faltas imperdonables y por ello preferí abstenerme de recomendar cualquier título. Si la fecha de la efeméride hubiese sido la de hoy, las tornas hubieran cambiado. Hoy sí tengo un título a la medida de las circunstancias.
Antes de reseñar me creo en deuda, una vez más, con Dani, uno de los fieles a esta sarta de divagaciones (al que ahora veo poco por aquí), por recomendarme el título de hoy. Los últimos gigantes, de François Place (editorial Blume), cuenta las andanzas de un explorador y viajero que, como Darwin, buscaba algo por descubrir. Después de muchos kilómetros recorridos y tras atravesar tierras vírgenes, da con la Tierra de los Gigantes… Con un fondo perturbador, este álbum ilustrado, orientado hacia lectores afianzados (a partir de ocho años diría yo) y de pequeñas dimensiones, se podría considerar como un diario de viaje en el que las acuarelas de los paisajes y estampas descubiertas, son capaces de trasladarnos a las grandes travesías científicas del siglo XIX, no sin transmitirnos un mensaje: lo desconocido, lejos de caer en el olvido, sobrevive a la devastadora mano del hombre que, en afán de su propia notoriedad, quiebra los lazos del equilibrio terrestre.

lunes, 23 de febrero de 2009

¡Feliz cumpleaños!


Como supongo que ustedes no se acordarán, les recuerdo que este espacio, el día veintiocho de febrero, cumplirá la friolera de trescientos sesenta y cinco días de existencia, “useasé” un año. ¿Quién me lo diría a mí?... Montones de horas pensando qué escribía, cientos de minutos frente a la pantalla del ordenador, días y días buscando entre las estanterías de bibliotecas y librerías, y leyendo, sobre todo leyendo… 
Lo cierto es que mantener un blog lleva su trabajo, no sólo físico, sino también intelectual. Hace falta mucha imaginación y buena disposición para lograr un resultado óptimo, eso sí, compensado por todas las muestras de afecto que recibo casi a diario de ustedes, lectores de estos varios pensamientos. Por ello, al soplar la primera vela que corona esta tarta hecha a base de libros y palabras, pedí el deseo de que sigan estando ahí para que podamos compartir secretos, discutir sobre ediciones y desmenuzar miles de páginas mal o bien escritas. 


Y para celebrar este cumpleaños, he invitado, inevitablemente, al autor que, no sólo ha creado verdaderas obras de arte, sino que también ha dado nombre a esta ciber-página, Maurice Sendak, así que hoy, para conmemorar el primer aniversario de Donde viven los monstruos: Literatura Infantil y Juvenil, les voy a regalar El letrero secreto de Rosie


Este pequeño libro álbum, descatalogado durante muchos años hasta que fue rescatado por Kalandraka en 2014, podría considerarse uno de los más subversivos de Sendak. Centrándose en el dibujo a tinta y alejado de la amplia gama de colores que utilizara en otras obras, Sendak articula un libro lleno de matices en torno al azul cobalto, el bermellón y el peculiar mundo de Rosie, una niña rebosante de imaginación. 
Desde la dedicatoria este libro se llena de referencias a la niñez de Sendak. "Recordando a Pearl Karchawer, a todas las Rosies y a Brooklyn"... ¿Por qué? 
La primera fue  una amiga judía de la infancia con la que compartió el verano de 1944 mientras pasaba las vacaciones en el parque natural de Catskills junto a su familia. La niña murió un año más tarde debido a una infección tras una intervención quirúrgica. De ella Sendak dijo en cierta ocasión que "Era mi Anna Frank particular. Murió durante la guerra [refiriéndose a la Segunda Guerra Mundial], tenía su edad... Todavía guardo todas las cartas que me escribió.... Me sigue afectando del mismo modo que lo hacía entonces..." Probablemente, sería esta asociación de ideas la que crearía un vínculo especial con ella en base a sus orígenes europeos. Para más información lean este post
Cuando Sendak se refiere "a todas las Rosies" nos invita a recordar a todos esos niños con imaginación desbordante, creativos, soberbios pero a la vez inocentes, dulces y carismáticos, a los que se observaba y dibujaba desde su ventana mientras pasaba las semanas postrado en la cama por culpa de enfermedades como la escarlatina, las paperas o la neumonía. Niños que, como expliqué aquí, rompieron con algunos de los estereotipos infantiles del contexto literario anglosajón. No eran rubios, ni tenían los ojos azules, ni dóciles, ni complacientes.
Por último aparece Brooklyn, Nueva York, un espacio donde Sendak viviría toda su infancia. Calles llenas de críos que jugaban en cualquier escalera, en cualquier patio trasero y a cualquier hora del día, un universo enriquecido por una multiculturalidad proveniente del Viejo Continente y en el que convivían idiosincrasias diversas pero a la vez muy similares teniendo en cuenta que todas pertenecían a un mismo estrato social: el proletariado.


Otro punto más que interesante de este libro es que Rosie existió. Era una niña italiana que jugaba cerca de la casa de Sendak, quién la "espiaría" durante un tiempo y llenaría algún que otro cuaderno con su imagen. Rosie inventaba historias, era carismática y gustaba de la interpretación. Si quieren saber más de ella les invito a que se pasen por esta reseña que realizó Ellen Duthie en su blog.
Como bien apunta Ellen, el libro es una oda al ocio infantil y en él observamos multitud de escenas en las que los niños se divierten de las formas más variadas, algo a lo que prestaría atención el autor en otros libros de su primera etapa como ilustrador, léase Un hoyo es para escarbar de Ruth Krauss. Quizá esto se deba a que las imágenes que acompañaban a los álbumes de aquella época tuvieran un carácter más descriptivo, una característica del llamado álbum narrativo, y los ilustradores no se internasen tanto en el lenguaje metafórico y los juegos de referencias a los que tan acostumbrados estamos ahora los monstruos.
Rosie y sus amigos se lo pasan pipa con cualquier cosa, sobre todo disfrazándose, una actividad propia de personas que, como Maurice Sendak, siempre desean ser otras personas. Kafka o Mozart. William Blake o Marc Chagall. Cualquiera de los genios a los que el admiraba y en los que generalmente reflejaba en sus obras.
En otro de los juegos que ocupa gran parte de esta historia, Rosie queda transmutada en la cantante Alinda. Muchos autores ven aquí la inspiración del folklore judío, concretamente la de los dybbuks, espíritus que suelen ser almas errantes, capaces de poseer a otras personas, generalmente mujeres, que necesitan una especie de exorcismo para expulsarlo de su cuerpo, algo por lo que Rosie y sus amigos esperan pacientemente al Hombre Mágico, uno que le dirá qué debe hacer si quiere dejar de ser Alinda.


Hasta ahí, no hay novedad. Lo curioso de esta historia viene cuando buscamos el trasfondo de los diálogos y situaciones que se desarrollan en la vida de Rosie, una constante en la obra de Sendak: el mundo de los deseos, el egocentrismo, las referencias al mundo incompleto de los adultos, la desobediencia, la mala educación, y la imaginación y los sueños como vía de escape.
No se lo pierdan. Un consejo: celebren este día en una biblioteca… las hay muy solitarias.

***
Nota bibliográfica: Algunos de los datos aportados en este post proceden del libro Wild Visionary: Maurice Sendak in Queer Jewish Context escrito por Golan Y. Moskowitz (Stanford University Press)

viernes, 20 de febrero de 2009

Alfabetos poéticos


Adoro mi lengua, la lengua española. Esto no quiere decir que odie otras, de hecho estudio inglés y francés, y también me gustaría poder aprender alemán o japonés, cosa que haría, sin pensármelo, si alguien me certificase dos vidas más aparte de ésta. Es bonito conocer otras latitudes lingüísticas porque, a tenor de ese dicho checo, vives una vida nueva por cada nueva lengua que aprendes y si sólo conoces una lengua, sólo vives una vez…
Mientras escribo estas sentencias es inevitable que venga a mi memoria lo curioso de nuestra Real Academia Española, compuesta (en sus comienzos, ahora lo desconozco) por veintiocho personalidades que ocupan veintiocho sillones, uno por cada letra del abecé español -recordemos que en la actualidad son veintiséis-. Una idea muy romántica por su significado, por su contenido: las letras son las bases de la lengua así que, honrémoslas. Por ello les dejo, hasta el lunes que se avecina, con una de vocales de la mano de un paisano y seguidor de esta casa, Pedro Villar.

La a flota en el agua
que acuna el mar.
La
e vive en los sueños,
en la espuma y la pared.
La
i tiene una isla
donde vive feliz.
La
o se moja en el río,
se oculta bajo la flor.
Y la
u duerme en la ducha,
el humo y el avestruz.

A de la mar,
E del ayer,
I del jazmín,
O del amor,
U del azul.

Pedro Villar.
En: El bosque de mi abecedario.
Ilustraciones de Miguel Calatayud.
2003. Diálogo: Valencia.

jueves, 19 de febrero de 2009

De ecuadores, circos y viajes


Entramos en el ecuador semanal (es curioso que para mí, la mitad de la semana la represente el miércoles en vez del jueves), se acerca el carnaval (hoy, en Albacete capital, celebramos el jueveslardero, fecha emblemática para niños, jóvenes y amantes de Don Carnal) y por fin (es un decir…) termina esta serie de novedades editoriales. Y sin más preámbulos, y dado el escaso margen de tiempo con el que cuento hoy, vamos a lo que nos interesa: la recomendación de lectura.
Si estaban esperando uno de esos libros que te hacen desgañitarte de risa, siento desilusionarles mientras digo que no, que el de hoy es un libro-álbum de sabor dulce con final amargo, aunque el título invite a otros menesteres. Sueños de circo, de Joxan Ormazabal e Iraia Okina (Faktoria k de libros), se centra en un viaje hacia el circo, hacia el mundo de los sueños y hacia la muerte. Una niña quiere disfrutar del circo, pero para cumplir este deseo ha de coger el tren hasta llegar al pueblo más cercano, en el que acampan los payasos y acróbatas. Acompañada de su abuela, monta en el vagón, y, atrapada entre las redes de Morfeo, cae rendida en el regazo de la vieja. Sintetizando: lo cierto es que es una obra aceptable, sin pretensiones, de gran formato y reconocida con un premio (no recuerdo cuál, discúlpenme), que ahonda en las relaciones intergeneracionales y lo efímero de la vida.
Y esperando que el mercado editorial nos sorprenda con nuevas avanzadillas literarias, me permito la licencia de despedirme con un ¡chim-pum!

miércoles, 18 de febrero de 2009

Sentimientos contrariados


A mis alumnos de bachillerato del I.E.S. "Leonardo Da Vinci"

Pensamientos en voz alta: “Tengo acojonados a mis alumnos de bachillerato. Pobres… Tienen muchas razones para odiarme… Que si les explico demasiadas cosas, que si les obligo a entregarme trabajos faraónicos, que si eliminan la materia de los exámenes parciales con una calificación igual o superior a siete… Hay un motivo para todo esto: que aprendan lo máximo posible, que no sean ignorantes, el peor de los castigos... Sólo pueden llamarme de una forma, y para evitar que emerja de sus labios, me lo llamaré yo: soy un cabrón… ¿Por qué seré tan buen profesor?... Sonrío, no lo puedo evitar… Lo mejor de todo es que los chicos dan la talla y, aunque algunos de ellos tengan alma “revolucionaria” (mejor sería calificarla como “de quejicas”), logran salir triunfantes de las numerosas batallas a las que les obligo a enfrentarse. Son duros estos chavales… A pesar de todo creo que me adoran. El primer motivo es porque soy guapo, simpático y listo (ahora es cuando les toca reírse a ustedes… y a mí… Ja, ja, ja, ja), el segundo es porque les relato todo tipo de asuntos y se echan unas carcajadas a mi costa y el tercero es porque los llevo de viaje… A lo que yo me pregunto: ¿Es preferible ser el típico profesor o seguir con estas técnicas de amor-odio?”
Digan lo que digan, estos sentimientos encontrados son experimentados por cualquier ser humano -o divino-. Lo que está claro es que no somos tan autómatas y que, lejos de ser meros ingenios robóticos (cosa que están consiguiendo los medios de comunicación y otras lacras sociales), los seres humanos tenemos nuestro corazoncito que, a veces, se encuentra con dilemas poco deseables. ¡Que se lo digan a Petit, el monstruo! Este personaje, creado por la ilustradora argentina Isol, como cualquier otro representante de la especie Homo sapiens, tiene estas serias disputas interiores. Y, prefiriendo no desvelarles más aspectos de esta pequeña obra, Petit, el monstruo (les vuelvo a repetir el título por si su integración en la disquisición no les ha permitido reconocerlo), voy a ver si ideo alguna barrabasada científica para mis queridos alumnos de bachillerato.

martes, 17 de febrero de 2009

Sentidos y adivinanzas


Mi cabeza no da para adivinanzas. No sé, pero ese sexto sentido con el que algunos nacen, no me fue entregado por la naturaleza. Me las he visto negras cada vez que he tenido que resolver un enigma. Sea fácil o difícil, nunca doy con la solución. Será que no estoy capacitado para los juegos de discurrir… A veces me sorprende ver a niños/as que no levantan tres palmos del suelo, contestando a las más variopintas adivinanzas, como si de videntes se tratara… Será por eso, porque son pequeñas mentes cargadas con toneladas de imaginación.
Esta imaginación sin límites es el tema que trata una de las novedades editoriales de estos meses, Cierra los ojos, de Victoria Pérez Escrivá y Claudia Ranucci. El argumento de este álbum ilustrado se centra en los juegos que se establecen entre dos hermanos, uno muy ducho en las artes explicativas y otro con una limitación a la hora de contemplar el mundo que le rodea, su ceguera. Adentrándose en las relaciones familiares, las páginas se suceden dotando a las palabras de las cualidades de los otros cuatro sentidos restantes: gusto, olfato, oído y tacto. Se podría decir que es una historia muy semejante a la de Siete ratones ciegos, de Ed Young (reseñada hace unos días en este espacio), ya que utiliza parecidos recursos que establecen este juego entre lector y lectura, pero lo cierto es que su carácter emotivo y poético ayuda a acrecentar las sensaciones que se perciben en el transcurrir de sus páginas.
Hecha esta recomendación, les dejo hasta mañana, esperándoles en el mismo sitio y a la misma hora.

lunes, 16 de febrero de 2009

Novedades casi primaverales


Todos sabíamos que la primavera llegaría, y así ha sido, aunque, con toda seguridad, este tiempo espléndido no tardará mucho en tornarse gris y lluvioso... ¡Ea!, así es el clima… Lo cierto es que este soleado fin de semana me ha arrastrado hasta la calle (sería un necio si dijese que soy un hombre casero), guiándome así a diversas librerías en las que he encontrado multitud de novedades en el mundo del álbum ilustrado que pienso desmenuzarles en el transcurso de esta semana. Así que empecemos…
Este lunes, y antes de que se me adelanten otras páginas amigas, comenzaré con un título que me ha chiflado, Los conejos. Sin lugar a dudas, esta obra de John Marsden (texto) y Shaun Tan (ilustraciones) va a dar mucho de qué hablar, más que nada por ser políticamente incorrecta (o al menos, eso he entendido con su lectura). Los conejos, alejándose del pacifismo progre y de esa especie de aura de “buensamaritanismo” que abarrota los medios informativos y culturales, aboga por mostrar sin tapujos, las consecuencias de las invasiones y la inmigración descontrolada. Tomando como excusa un hecho biológico real, la introducción de especies foráneas en ecosistemas ajenos a ellas, tomando como ejemplo la invasión del continente australiano por parte del conejo, una especie desconocida en aquel espacio habitado por marsupiales como el canguro o el koala, y sus nefastas consecuencias sobre éste, los autores hilan una narración genial y extrapolable al ámbito humano. Si añadimos que, además de explicar el asunto con realidad aplastante, deja un final abierto que otorga total libertad de pensamiento al lector, se erige como uno de los mejores álbumes de este año 2009 (NB: Toma nota, Luis Daniel).
Respecto a títulos de la misma editorial (Barbara-Fiore), les animo a que echen un ojo a La señora y el niño -Geert De Kockere y Kaatje Vermiere- y El oso con la espada -Davide Cali y Gianluca Foli-.
Y no sólo recomendándoles estos títulos, sino invitándoles también a escuchar alguna canción de Emmyliou Harris y beber de los rayos del sol, les deseo un buen comienzo de semana.

viernes, 13 de febrero de 2009

Mensajes en la lluvia


Querida María Cristina Ramos,

Desde el otro lado del charco te envío mi enhorabuena. Una vez más, has conseguido que me enamore de esta lengua que compartimos. Nunca nos hemos visto, tampoco hemos estrechado las manos, ni hemos disfrutado de un ameno paseo, pero a pesar de ello, me dirijo a ti como si fueses una vieja amiga, ya que, de vez en cuando, entreabro tus libros y dejo que tus palabras envuelvan mi mundo, ese pequeño lugar que habito desde hace unos cuantos años. Los libros son como el vuelo de las aves que, entre las plumas, engarzan mensajes y cruzan los océanos, llevando y trayendo pensamientos, derribando los muros que tantas veces nos asolan.
Sin más motivo que desearte un espléndido día, se despide uno de tus lectores.
Román Belmonte Andújar

El cielo es una mata
de gotitas en vuelo,
parece que la tierra
fuera a beberse el cielo.

Llueve sobre los campos,
en las ciudades llueve;
la montaña no deja
de pensar en la nieve.

[…]
María Cristina Ramos
Barcos en la lluvia.
Ilustraciones de Claudia Legnazzi
2007. México: FCE

jueves, 12 de febrero de 2009

Edgar Allan Poe, doscientos años después. Congreso Internacional.


Uno, a veces, se ve embrollado en empresas un tanto extrañas, como ejemplo véase la siguiente cuestión: ¿Qué hace un maestro de ciencias naturales en un congreso internacional sobre Edgar Allan Poe? La respuesta es otra pregunta: ¿Acaso no puede un hombre cultivar sus inquietudes literarias? (N.B.: Para una respuesta “adecuada”, acuda a la administración educativa, ya que son los que la manejan los que dudan de las aficiones de uno). Y en pos de estas inquietudes, fui la pasada semana… Edgar Allan Poe, International Conference. Two Hundred Years Later (del 3 al 6 de febrero de 2009. Facultad de Humanidades UCLM, Albacete -Spain-)… Bonito título… Y para que no se queden con las ganas de aprehender todo lo que allí aconteció, aquí estoy yo.
Nadie sabe donde moran los muertos pese a nuestra dedicación por buscarles una mala tumba. Y así pasa: que nos olvidamos de ellos hasta que conmemoramos su nacimiento. Por esta razón, Poe, para facilitarnos sus efemérides, nació en 1809 y murió en 1849 (y ahora que conozco un poco más a este escritor, dudo que sea una mera casualidad…). El caso es que Poe, fuera borracho, drogadicto, dandi, vividor, ególatra, psicópata, o no, era un genio, quizá no del tamaño de Shakespeare, pero sí un genio vívido y especial. Quizá esta genialidad tan romántica (a mi modo de entender las vicisitudes de su vida, Poe fue el Lord Byron del lumpen americano) procede de su incesante búsqueda del todo y de la desilusión continua bajo la bóveda celeste. Desde sus cuentos góticos (los más conocidos) a las primeras incursiones en la novela detectivesca, Allan Poe nos sorprende con un alarde de estilo, porque, en palabras de Marita Nadal, la grandeza de Poe reside en su oficio como arquitecto narrativo.
De variopinto corpus han sido las ponencias y comunicaciones de este encuentro con Poe, y si me permiten ser original, ensalzaré algunas de éstas (de entre las que asistí) mediante una enumeración de sustantivos comentados: 1) retratos (los retratos que roban almas, que predicen los acontecimientos futuros, pinturas que nos esclavizan… Wilde y Poe unidos por Esther Bautista), 2) esquema, colores, números, personificación (Poe no se aleja del esquema del cuento de hadas puesto que está limitado por la extensión, el relato es a un mismo tiempo el yugo y el éxtasis… los estudios cognitivos de la Literatura reflejan principios de semiótica que mucho tiempo atrás describió Propp; gracias Eusebio, Amparo y Nicolás), 3) sensibilidad (hay que hurgar mucho en el corazón de uno para describir el arte de otros, ¿verdad Dra. Cantalupo?) 4) dolor, misterio, misticismo (alejarse de la tradición pasada no es una solución, la solución es crear un nuevo marco referencial para los motivos religiosos) y 5) silencio (Words are murderous things… Y Mª Carmen Pérez puso la palabra final).
Aunque Poe es un referente en la Literatura posterior (no cabe duda que Wilde, Baudelaire, Conan Doyle o Bradbury son alumnos suyos), mi acompañante y yo echamos en falta una retrospectiva sobre los autores que influyeron en las obras del autor (a excepción de la de Charles Dickens por parte de Fernando Galván, que agradecí sobremanera), así como un estudio de literatura comparada entre la obra de alguna escritora más o menos coetánea, por ejemplo Mary W. Shelley o George Elliot (recordé mucho El velo alzado durante parte del congreso) y el creador de El cuervo.
Y sin más, dejemos descansar a los cuerpos inertes de los creadores en el silencio de la eternidad.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Dando la lata


El otro día pensé (feo asunto, créanme) que llegará el momento en el que no pueda ofrecerles muchas más novedades, que este espacio les parecerá torpe y repetitivo, pues no es más que mi simple reflejo, y a menos que me convierta en todo un sorprendente camaleón, mi persona tiene un límite, como la de cualquier otro, y la idiosincrasia, pese a evolucionar, se estanca en la inamovible superficie de un lago sobre el que, de vez en cuando, caen piedras que perturban su tranquilidad momentáneamente pero que, tras un breve instante, regresa a estado original.
Acto seguido recordé que, tratándose éste de un baúl lleno de libros (a veces me imagino frente a cada uno de ustedes, hurgando en un enorme cofre, y que, mientras voy sacando las joyas que atesoro, contemplo como se van transformando en niños y niñas con la boca llena de sorpresa), es casi imposible que se agoten la inspiración, los temas de conversación o las sugerencias de lectura, ya que, si tenemos en cuenta que la Literatura la creamos todos, los que se fueron y los que estamos, los que escriben y los que leemos, los que dan la cara y los que viven escondidos, todavía me queda mucho de qué hablar.
Y hoy, por dar la lata, les voy a recomendar una obra de Don Benito Pérez Galdós que bien merece ser leída (que conste que todas sus obras lo merecen), Marianela. Teniendo en cuenta que este señor es de lo mejorcito que ha dado la patria a la Literatura Universal (palabras mayores), sólo queda enaltecer la historia de María Canela. Antes de leerla, recuerdo que me echó para atrás el nombre de la colección en la que se incluía, Tus libros: Romántica, pero aún así y conociendo la tendencia de las editoriales a encasillar todo, puse mis cinco sentidos en la obra. Aunque el argumento es casi tradicional (fea ama a guapo), me pareció una historia preciosa que no sólo se interna en los sentimientos, sino que va más allá (como le encantaba hacer al genio de Galdós): implicaciones sociales, de pensamiento y críticas a la decadente España de la época. Ni cabe decir que está narrada con maestría y buen hacer. El título, aunque a los lectores de “best-seller” les pueda parecer hasta estúpido, es un claro homenaje a la protagonista que es, indiscutiblemente, una de las personalidades más hermosas que he conocido. Una única objeción: ¿Se casarían ustedes con Marianela?

martes, 10 de febrero de 2009

Diálogo literario


- ¡Hombre!
- ¿Qué tal? ¿Cómo vas?
- ¡Pse…! Tirando… ¿Y tú?
- Pues ahí, ahí… Más o menos como tú: adelgazando.
- Ea… La parienta se ha empeñado, ¡y me tiene a pan y agua!
- Creía que era cosa del Gobierno. Con esto de la crisis…
- ¡Que va!... La culpa de todo la tienen los libros.
- ¿Qué es eso?
- Un montón de papeles cosidos.
- ¿Y qué pasa? ¿Tu mujer sólo come de eso?
- Mi mujer no ha comido en su vida: está hecha un suspiro… Los lee, que es peor.
- ¿Los lee?
- Si tío, es lo que se hace con los libros… Será de las pocas... Ahora le ha dado por un tal Cervantes y no hace de comer ni a tiros…
- Pues vaya panorama tienes…
- Ya ves… ¡Lo peor de todo es que no hay quien la saque de sus trece! Con decirte que anteayer nos avisó de que, después del tío este, empieza con un inglés que se ve que arregla tuercas[1].
- Te recomiendo que hables con ella. Dile que eso no es marcha…
- Tú no la conoces… Dice que ya está hinchada, que se ha pasado la vida hecha una esclava… ¡Menuda pájara…! Para eso me la he llevado a Benidorm, para que luego me pague con esto…
- Si es que las mujeres de hoy en día no tienen vergüenza.
- Si por lo menos me lo hubiese contado antes de casarnos…
- Dice que necesita realizarse como persona, ¡cómo si no tuviera bastante con limpiar el polvo!
- Deberías denunciarla…
- Me lo estoy pensando: esta mañana he confundido a la cría con el palo de la fregona. ¿Tú crees que eso lo hace una madre?

[1] Henry James. 2001. Una vuelta de tuerca. Col. Tus libros selección. Madrid: Anaya
Ilustración: Raquel Marín

lunes, 9 de febrero de 2009

Feliz No-Día de la Paz


Estoy hasta los mismísimos de que nos pasemos los trescientos sesenta y cinco días del año celebrando cosas. Invento este muy útil para todos los medios de comunicación, ya que, año tras año, se pueden hacer eco de las mismas noticias sin que el informado se sienta engañado, y de paso, rellenar la parrilla. Creo que, si nos lo propusiésemos, podríamos contabilizar más de un centenar de efemérides en el mismo día. Y es que el género humano lo celebra todo, desde el cumpleaños de un abuelo al que estamos deseando enterrar en pro de un hueco donde poner la tele de plasma, hasta el día en el que nos divorciamos de la única persona en este vasto universo que podría soportar nuestros ronquidos…
Lo mejor de todo es cuando conmemoramos postreramente: he aquí mi especialidad. Aunque mi madre diga que me acuerdo de lo que quiero, a veces intento acordarme hasta de lo que no me interesa, tarea harto difícil ya que nunca tengo éxito, así que, directamente, me olvido de todo (creo que la construcción gramatical anterior se debe a una clara influencia de la ministra Maleni… perdónenme, no era mi intención insultar su comprensión lectora).
Hoy, tras visitar ciertas bitácoras amigas, he caído en la cuenta de que me olvidé por completo de la celebración del “día de la paz” en este crítico rincón. Asunto casi herético, puesto que el tema pacifista ha llenado no pocas páginas en este género de la Literatura Infantil.
Como penitencia, en este “no-día de la paz”, les voy a endosar El hombrecillo de papel, un clásico del libro-álbum español que cumplió el pasado año treinta años de supervivencia editorial. Galardonada con varios premios, entre los que contamos el Nacional de Literatura Infantil o el Diploma de Honor H. Ch. Andersen, la obra de Fernando Alonso nos habla sobre las noticias desagradables del mundo, de su oscura sombra y del deseo de cambio para que las nuevas generaciones disfruten de un mundo mejor, más justo, más libre y hermoso.
Y prometiéndoles que, durante los trescientos veintiséis días que restan del presente año, recordaré el “día de la paz”, me despido hasta más ver.

viernes, 6 de febrero de 2009

Hasta la semana próxima...


Hoy no tengo mucho que decirles, la verdad… Estoy un tanto apático y parece que las fuerzas me han abandonado (¿Será debido a mi corte de pelo…? ¿Seré acaso como el mismísimo Sansón…?). Creo que necesito cierta renovación, movimiento, lo que se llama por aquí “sacar la cuadra”, que ya huele… No sé porqué, pero el cuerpo me está pidiendo yerba, campo, ciencia… Todo puede ser, así que no se confíen: el día menos pensado me retiro de estos menesteres literarios un tanto divulgativos y me entrego por completo a mi otra ocupación. Pero por el momento, y habiéndose convertido en una costumbre, les dejo con estas rimas (hoy bastante breve) hasta la próxima semana.

Había una vez un fantasma…
No salía de noche pues siempre se perdía,
no salía de día pues nadie lo veía.
Al fin su mamá dio en el clavo:
de noche le colgó tremendo cascabel,
de día lo vistió con pijamas al pincel.

Jorge Luján.
Señales.
En: Tres poemas mágicos.
Ilustraciones de Mandana Sadat.
2007. Madrid: Anaya.
Ilustración: Román Belmonte (sí, es mía...)

jueves, 5 de febrero de 2009

Ceguera



Hace unos meses, las operaciones con alguna connotación estética estaban a la orden del día. Y digo algunos meses porque se supone que las “boyantes” economías familiares podían facilitar este tipo de lujos (ahora se ve que la realidad es otra…): que si la ortodoncia pa’l nene, que si le pegamos las orejas a la Esther, que si la agüela estaría la mar de bien con un chorreón de Botox® o ¿y si le plantamos un cresta sioux al papa a base de injertos capilares? Ríanse, ríanse, pero conozco a más de una que ha pedido préstamos bancarios para ponerse un buen par de mingas… En fin, que este mundo loco, loco, sigue girando (y esperemos que lo haga unos cuantos años más) y yo aquí, viéndolas venir, que es lo mío.
Más de uno/a me ha aconsejado que me opere de miopía y diga adiós a las lupas. Sintiéndolo mucho les he dicho que nanay, que un servidor es muy feliz con sus dioptrías y que las gafas, además de imprimir carácter, son un complemento del vestir más, combinable con todo tipo de vestimentas y abalorios. Así que, las operaciones a base de rayos láser, para los que tengan ganas de quedarse ciegos…
Y disertando sobre operaciones, ojos y ciegos, la recomendación literaria de hoy no podía ser otra: Siete ratones ciegos. En este fantástico libro-álbum, Ed Young (Medalla Caldecott incluida) nos habla del periplo de siete (una vez leí en cierto estudio sobre literatura infantil que los números impares, y concretamente el siete, eran muy importantes en los cuentos populares) ratones muy coloridos (en cierto curso, una maestra me comentó que era una historia perfecta para enseñarles los colores a sus alumnos de educación infantil). Debido a su ceguera y a las diferentes sensaciones que van percibiendo, los roedores no son capaces de ponerse de acuerdo sobre qué es lo que tienen enfrente. ¿Conseguirán averiguarlo?

miércoles, 4 de febrero de 2009

De aromas y calzado


Se que una confesión como la que sigue puede hundir mi buena reputación (¿acaso la tengo?), pero lo cierto es que me viene al pelo para introducir un libro estupendo, así que optaré por hacer de tripas corazón y desanudar la lengua. Señores, señoras: me huelen los pies. Aunque intuyo su risa o mueca de espanto, les pido que disculpen lo directo de mis palabras pero no sé otra forma más apropiada de hacerles partícipes de mi grave problema. Quizá piensen que soy un guarro, digno de una pestilente pocilga, por lo que les conmino a cierta compasión. Sepan que lo he probado todo: una exhaustiva higiene, las plantillas de carbón activo, cientos de polvos milagrosos,… pero nada, todo es en vano, siguen oliendo los muy bellacos. Sé que me aconsejarán este u otro producto, que si he de airear los pinreles o frotar con uranio enriquecido el interior de los zapatos. Lo siento amigos/as míos/as, pero lo único que me queda por hacer es ir a venerar a la Virgen de Cortes y que por su obra y gracia, este hedor, insoportable y asociable, me abandone de una vez por todas y así erigir un castillo de fuegos pirotécnicos en honor de la Santa Madre, que no es poco. Hedores a un lado y sintiéndolo mucho, tenemos que continuar hablando de pies, puesto que el libro de hoy tiene por protagonistas a la prenda del vestir que los cubre, protege, los zapatos, concretamente Los zapatos de Munia. Y es que a los zapatos de Munia les sucede algo muy especial: están encogiendo sin saber porqué… Seguro que tú, seguidor/a, conoces a Munia, esa niña inocente, morena, de pelo corto, cuyas ocurrencias y correrías nos cuenta Asun Balzola a golpe de pincel y suaves aguadas. Y si no la conoces, ya sabes lo que tienes que hacer: anudar los cordones de tus zapatos y dirigirte a la biblioteca más cercana.

martes, 3 de febrero de 2009

Decapitaciones y adaptaciones


A veces no logro que ciertas cuestiones me sobrepasen. Unas son familiares, otras laborales, otras de índole más social y unas pocas se refieren a lo que llena este espacio: los libros y la lectura. Y para que sopesen la gravedad de estos retortijones, les ilustro el último de ellos.
En clase de tutoría, hallábanse mis alumnos trabajando aspectos relacionados con las técnicas de estudio, así que, mientras ellos utilizaban la memoria, me decidí a echarle un vistazo al libro de texto de la asignatura de “Lengua y Literatura” (lo esencial es conocer a nuestro “enemigo”…).
Si alguna vez han ojeado este tipo de libros, se habrán percatado de lo vistoso de sus ilustraciones, de la buena maquetación o del suave tacto del papel satinado. Hasta ahí, todo perfecto. Lo ignominioso viene después, cuando uno se aventura a leer el texto, la doctrina (me encanta esta palabra, sobre todo cuando me apetece sacar de quicio a ciertos profesores que destilan propaganda a la hora de impartir sus clases). De ahí mi malestar… El libro en cuestión se servía de ciertos fragmentos de conocidas obras literarias para hacer llegar a los alumnos las nociones recogidas en el currículo preceptivo (ese que nos ordena la autonomía reinante), recurso bastante utilizado por los autores de este tipo de libros. El problema venía impreso en los sucesivos pies de texto: Roald Dahl. Las Brujas (Adaptación)…, Arturo Pérez Reverte. El Capitán Alatriste (Adaptación)…, Michael Ende. La Historia Interminable (Adaptación)..., El nombre de la rosa (Adaptación)..., Julio Verne. Miguel Strogoff (Adaptación)… ¿¡Adaptaciones!? ¿Para eso se estrujan el cerebro muchos? ¿Para eso el empeño de tantos literatos y pensadores? ¿Para eso tantos planes de lectura? ¿Para eso tantas bibliotecas públicas?... Para eso, tanto. Simple y llanamente para mutilar una obra de arte.
Sólo espero que mis alumnos, dentro de unos años, se acerquen a leer íntegramente las palabras que no pudieron leer en sus años de estudiantes, de las que fueron privados por el capricho de algunos mentecatos que en su afán pedagógico decapitaron la herencia de los verdaderos maestros.

lunes, 2 de febrero de 2009

Más nipones


Para Evaristo.
Para los lectores del colegio “Helios”.

Con frecuencia se suele decir que cada libro necesita encuadrarse en una atmósfera determinada de modo que su lectura nos sea lo más provechosa posible. Tampoco hemos de olvidar que, dependiendo de nuestro estado de ánimo, un libro puede transmitirnos unas sensaciones u otras, hecho que convierte a la lectura en esa comunión íntima entre las palabras y uno mismo. Por todo ello y poniéndonos un tanto “orteguianos” podríamos definir la lectura como “el libro y sus circunstancias” (lo cierto es que mis ocurrencias son para recibir un buen mandoble, así que aléjenlas de sus idearios no los vayan a contaminar…).
Mis circunstancias atmosféricas a lo largo del fin de semana pasado, como las de muchos otros habitantes de la zona levantina (me urge comunicarles que el albaceteño, y por extensión el manchego, se considera a sí mismo una “rara avis” dentro de esa autonomía denominada Castilla-La Mancha, dada su íntima conexión con las tierras del sureste español, véanse Murcia y Valencia), han estado muy relacionadas con la lluvia –otros lugares han sido más ventosos y/o nevados-. Lo cierto es que este hecho me ha ayudado en gran manera a disfrutar de un título al que le tenía ganas (más todavía desde que lo hallé reseñado en la fiesta de Luis Daniel González…). La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa, es una obra de adecuada factura, prosa medida y sencilla, nada pretenciosa, en definitiva, amena de leer, tanto, que la engullí (paladeando, claro está) en un par de horas. Su argumento, también bastante eficaz, está basado en un triángulo intergeneracional formado por una asistenta, el viejo profesor al que cuida, cuya memoria dura ochenta escasos minutos, y el hijo de la primera. Si además de todo esto tenemos en cuenta que su historia aúna el mundo de las palabras con el de las matemáticas, podríamos decir que es una buena excusa para conseguir que muchos estudiantes alejados del algebra y el cálculo (me cuento entre ellos), regresen, para así descubrir que los números también cuentan historias, también unen corazones.