
No es poca cosa eso de cumplir años, sobre todo cuando estos no se te incrustan en el organismo a modo de lapas y puedes moverte libremente sin las preocupaciones que dan el deterioro y la enfermedad. El caso es que hoy celebramos el segundo aniversario de este trocito de espacio que les otorgué en su día a los monstruos. A los monstruos como tú y como yo que vivimos encantados por esa magia que tienen los libros infantiles. En un principio pensé que sería uno más de mi larga lista de caprichos con principio desenfrenado y final despreocupado, pero una vez cumplido el par de años en esta empresa, apuesto por definirla como una realidad constante.
Y como no, además de dos velas sobre la tarta, también he de coronarla con una guinda: ¡qué mejor que un libro!... Y en honor a ese, el culpable de todo este embrollo, a quién robé el nombre de este lugar, el título elegido es Dídola, pídola, pon o La vida debe ofrecer algo más, del genial Maurice Sendak.
Como cualquier obra de Sendak, las andanzas de Jennie, entre tanta rima facilota y tanto animalito suelto, pueden parecer estúpidas e insulsas (así piensan la mayoría de los adultos que no han cogido jamás un libro infantil entre sus manos). Lo jodido viene luego, cuando yo afirmo categóricamente que se trata de una gran oda al inconformismo. Veamos: la perrita Jennie encarna a la típica niña pija que está más que harta de vivir una vida sin fuste y repleta de comodidades, que pasa sus horas preguntándose si merece la pena una existencia tan estática. Al final, como si de una Paris Hilton más se tratase, decide largarse y comprobar que el mundo tiene algo más que ofrecer: aventuras a raudales, sinsabores de todas clases y vértigo, ese vértigo que le da valor al correr de las agujas del reloj (N.B.: Me encantan las palabras que terminan en “j”, ¿a ustedes no?). Resumiendo: que tanto la Jennie, como la Fani, la Sarai, el Cristofer, la Janira y el Yonatan, necesitan comprobar por sí mismos que el mundo, cuando abre sus puertas de par en par, puede parecer enorme, complejo e incluso paradójico, pero jamás defrauda.
Y terminando esta perorata he de reconocer algo…: Como la protagonista de esta historia, nunca imaginé la cantidad de personas que iba a conocer gracias a los libros que enhebran la pantalla de este ordenador. Por ello, reconociendo mi sorpresa por tener tantos y tan buenos lectores, a todos vosotros, gracias.
Y como no, además de dos velas sobre la tarta, también he de coronarla con una guinda: ¡qué mejor que un libro!... Y en honor a ese, el culpable de todo este embrollo, a quién robé el nombre de este lugar, el título elegido es Dídola, pídola, pon o La vida debe ofrecer algo más, del genial Maurice Sendak.
Como cualquier obra de Sendak, las andanzas de Jennie, entre tanta rima facilota y tanto animalito suelto, pueden parecer estúpidas e insulsas (así piensan la mayoría de los adultos que no han cogido jamás un libro infantil entre sus manos). Lo jodido viene luego, cuando yo afirmo categóricamente que se trata de una gran oda al inconformismo. Veamos: la perrita Jennie encarna a la típica niña pija que está más que harta de vivir una vida sin fuste y repleta de comodidades, que pasa sus horas preguntándose si merece la pena una existencia tan estática. Al final, como si de una Paris Hilton más se tratase, decide largarse y comprobar que el mundo tiene algo más que ofrecer: aventuras a raudales, sinsabores de todas clases y vértigo, ese vértigo que le da valor al correr de las agujas del reloj (N.B.: Me encantan las palabras que terminan en “j”, ¿a ustedes no?). Resumiendo: que tanto la Jennie, como la Fani, la Sarai, el Cristofer, la Janira y el Yonatan, necesitan comprobar por sí mismos que el mundo, cuando abre sus puertas de par en par, puede parecer enorme, complejo e incluso paradójico, pero jamás defrauda.
Y terminando esta perorata he de reconocer algo…: Como la protagonista de esta historia, nunca imaginé la cantidad de personas que iba a conocer gracias a los libros que enhebran la pantalla de este ordenador. Por ello, reconociendo mi sorpresa por tener tantos y tan buenos lectores, a todos vosotros, gracias.