lunes, 5 de mayo de 2014

¡A lavarse!


La higiene, ese conjunto de quehaceres mínimos de limpieza corporal que unos llevan a cabo diariamente, otros cuando pueden y algunos ni-se-sabe, se ha convertido en señera de la una sociedad preocupada por las bacterias cutáneas y ese celofán estético que se supone ha de envolvernos a todo trapo a cualquier hora del día, un  mensaje repetitivo que penetra en nuestro intelecto desde cualquier medio de comunicación y nos confiere pulcredad y esplendor.
Está claro que lavarse de vez en cuando es una necesidad. Eliminamos las células muertas del epitelio pluriestratificado, hidratamos y limpiamos de sudor, suciedad y malos olores las zonas pudientes. Cara, pies, manos, axilas y fandangos lo agradecen a diario, y lo demás cuando sea necesario. Seguramente unos prefieren la ducha, otros la bañera y los menos el lavado del gato, pero cualquiera de ellos sirve de aseo y decoro para empezar o terminar la jornada reluciente y relajado.


Tanto el abuso, como la omisión que muchos practican, me dejan a cuadros. Las unas son capaces de ducharse compulsivamente (con el gasto de agua, energía y tiempo que ello conlleva), mientras que los otros hieden acres y caducos por allá donde agitan el sobaco. Generalmente prefiero el término medio, ese que da el razocinio y las fosas nasales, y dejo para otros el deterioro de ese órgano que nos aisla y/o comunica con el medio externo: nuestro delicado tegumento.


Háganme caso y cepíllense los dientes (sobre todo si fuman o están predispuestos al sarro), peinen su pelo, laven el cuero cabelludo, enjabónense de talones a cabeza, aclárense con agua tibia y séquense con movimiento delicado, recorten las faneras, hidraten y perfumen a su gusto, y disfruten de su organismo con pareja, familia y amigos. Presten atención: cuerpo solo hay uno y hay que tratarlo con mimo o dulzura, tanto externa, como internamente.


En cualquier caso, si no saben hacerlo, aquí les traigo un manual de instrucciones muy gracioso y divertido de la mano de Michelle Robinson y Kate Hindley que lleva por título Cómo lavar a un mamut lanudo (editorial Jaguar colección Miau), y narra las peripecias de una niña extra-limpia que decide embarcarse en la difícil tarea de eliminar cualquier resto de suciedad de un enorme paquidermo extinto.


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