miércoles, 4 de abril de 2018

Un tratado sobre gatos sin gatos



Aprovechando la re-edición en castellano de Mi gato, el más bestia del mundo (o Mi gatito es el más bestia, como lo conocíamos antes por aquí) por parte de la editorial argentina Calibroscopio, creo que es un buen momento para elaborar un pequeño análisis de este libro del genio francés del álbum llamado Gilles Bachelet.


Sin duda este es el mejor libro sobre gatos que conozco, sobre todo porque un servidor siente verdadera animadversión por estos felinos y casualmente en él, no está protagonizado por ningún gato, sino por un elefante. Empezamos bien porque desde el momento cero (véase la portada) el autor utiliza la disyunción como una estrategia narrativa en la que el lector-espectador lee y observa cosas diferentes a lo largo de sus páginas, lo que aúpa lo paródico-irónico de este libro, que despertando el humor, afianza esta doble lectura.


Si además de estos tenemos en cuenta lo que aconteció cuando un amigo mío, gran amante de los gatos, le echó una ojeada a este libro por primera vez y me lo definió como un verdadero tratado sobre el comportamiento gatuno ya que en él se recogen gran cantidad de situaciones cotidianas que pueden observarse en los gatos doméstico, la cosa es para tirar fuegos artificiales.


Apuntar también al hecho de que este título podría encuadrarse (por hacer un símil con el mundo del espectáculo) en la comedia de situación ya que está vertebrado sobre “sketches”, una figura muy utilizada por este autor en otros títulos como Los cuentos entre bambalinas, y que en esta ocasión toma como unidad espacio-temporal la página sencilla como en La esposa del Conejo Blanco o El caballero impetuoso.


Ahondando un poco más en las escenas de este libro, encontramos toda una suerte de referencias, de detalles, que enriquecen la lectura gráfica de forma pasmosa. De entre todas ellas, sin menospreciar las restantes y para que se sumerjan desde su propia perspectiva en este álbum sensacional, sólo destripo tres...


En primer lugar me encanta la escena en la que aparece el esqueleto del elefante con un prominente gazapo: la fila de huesos que vertebra la trompa del elefante. El autor se concede el lujo de jugar con la naturaleza, incorporar a su antojo lo fantástico, dar vida a lo irreal y dialogar con el pequeño lector sobre lo imposible. (NOTA: Bachelet nos hubiera hecho un favor a los de ciencias incluyendo la osamenta de otros apéndices, por ejemplo los sexuales, pero eso quizá hubiese sido muy bizarro aunque bastante pedagógico, se lo digo yo que más de una vez le tengo que explicar a los adolescentes lo que es el báculo o hueso peneano).



Enlazando con este esqueleto imaginado y continuando con la escena de la página siguiente, vemos como Bachelet, por si el lector no se ha dado cuenta del gazapo, se lo explica utilizando el contenido de una carta ficticia que envía al responsable del Museo de Ciencias Naturales en la que apunta a que, respetando su criterio, no puede modificar la anterior ilustración ya que para ello necesitaría radiografíar al animal, un prueba muy costosa. Si a todo ello vemos las pisadas del “gato” sobre el escritorio y una ilustración donde el protagonista sigue haciendo de las suyas tenemos múltiples niveles narrativos en la misma escena (¡Y olé!).



Por último elijo la escena en la que se observan todas las obras que el artista ha pintado tomando como modelo a su querido gato. Aunque es un claro tributo a muchos de los artistas que Bachelet admira, también constituye una sala de museo en la que el espectador puede identificar numerosas obras del arte universal y conocerlas desde otra perspectiva (NOTA: Este es un recurso muy utilizado por muchísimos ilustradores y cuyo ejemplo más conocido es Willy el soñador de Anthony Browne). Si quieren saber cuáles son estas obras, o son aficionados al arte, juegan a identificarlas y no lo consiguen, sólo tienen que acercarse al Instagram de los monstruos y disfrutar de estos paralelismos/coincidencias entre ilustración y arte mayúsculo.
Y sin más, les dejo hasta otra, en la que prometo no hablar de gatos.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias! Me encanta tu blog!

Rocío dijo...

¡¡Irresistible reseña!!!. Me he puesto a buscar el libro y está agotado...., me quedo con las ganas de tenerlo y el deseo de que se reedite.
Gracias por escribir cada día, un placer leerte.

walyb dijo...

Excelente reseña, Román.
Y a Rocío: el libro NO está agotado. Lo ha reeditado recientemente Calibroscopio ediciones. En Madrid, por ejemplo, lo tiene la librería La Fabulosa.

Román Belmonte dijo...

¡Mil gracias por los comentarios, Rocío y walyb! Efectivamente y como he indicado en la reseña, se ha vuelto a reeditar, así que ¡hay que aprovechar! ¡Un abrazo!